REQUIEM



















Doce diez del meridiano.

Fue un aguaje violento de hora doce desmadejando el barco en un recóndito infinito de sus pampas.
Doce diez del meridiano.
Fue una ola inmensa larga y despiadada hora alucinante ola desatando la madera aún atada a su cordón umbilical de semidioses entrampados; los hombres luchaban. Y de puro asombro fue la próxima marea.
Doce diez del asombrado meridiano.
Fue una ruda y angustiosa cordelada abrazando la bandera que entre añil y anaranjado de titanes procreaba el milenario segundo de la hazaña, y de cenizas fue la próxima marea.
Doce diez del asombrado y ceniciento meridiano.
Fue un extraño carromato con espumas y tendones y quejidos taladrantes entre el látigo del tiempo enfurecido, un extraño carromato descendiendo lentamente deshauciado de velámenes hasta orillar alguna afótica ensenada. Y de luto fue la próxima marea.
Doce diez del asombrado y ceniciento y enlutado meridiano.
Fue una extraña muerte para la nave capitana. Y la suprema paz llamó a las aguas para dejar pasar la próxima luz de sus entrañas y allí anclar el andamiaje de la historia.
Doce diez del meridiano.
Doce diez del meridiano y los relojes detenidos; en sus áncoras pura y crepitante luz, pura y heroína sal, puras lágrimas encandiladas. Y en los hombres un profundo tictac reconstruyendo el silencio de la vieja capitana.

Obra literaria destinada a monumento nacional


En 1982 su poema "Requiem" (dedicado a la hora del hundimiento de la Esmeralda, el 21 de Mayo de 1879) es inaugurado en placa de mármol en el monumento al "Marinero Desconocido", por el Departamento de Educación Municipal de Iquique. Manos desconocidas posteriormente lo arrojan al mar. Desde 1992 (Octubre) figura en Cuadro de Honor, puesto por la Armada en el Museo Naval de Iquique. Lectura del autor en acto oficial del 21 de Mayo: desde 1993 a la fecha (año 2000) según petición de la Armada de Chile y de por vida, ante la Boya de la Esmeralda, minutos antes de las doce diez del meridiano... En el año 2000, fue leído el Requiem, ante el Presidente de la República Don Ricardo Lagos Escobar, Ministros de Estado y Jefes de las Fuerzas Armadas y de Orden a bordo del Buque Insignia. Desde el 2007 figura en el "Mural de Honor" del Museo Naval de Iquique. El Autor autorizó a la Armada de Chile de su difusión.

COMENTARIO DE OBRA "LOS ANDENES DE LA MEMORIA" DE ALBERTO CARRIZO POR EL ACADÉMICO CORRESPONDIENTE DE LA LENGUA DON OSVALDO MAYA.



MEMORIAL PARA LA FUTURA POESÍA NORTINA.
“semiolvidados por la mano quejumbrosa
que dejaba flores
los cementerios sobreviven.”
(A. C. O.)
Las sociedades actuales han ampliado la esperanza de vida a favor de sus ciudadanos. Por un más dilatado lapso, los individuos se vincularán con la Historia. Pero así como todo hombre contribuye a la Historia, ¿cuántos de entre ellos escriben la Historia? Que una de las virtuales expresiones de la Historia goce de credibilidad es y ha sido siempre absolutamente privativo de cada hombre. Esta eventualidad –verdadera piedra miliar--, como es natural, estuvo presente en la conciencia de muchos que se interesaron por los recientes homenajes a los mártires de la masacre de la Escuela “Santa María” de Iquique.
No en una dimensión historiográfica, sino como casuismos literarios, estas circunstancias de larga data, también resuenan con la complejidad correspondiente y el indisociable lastre aportado por los años, en algunos documentos relativos a esta conmemoración.
Un texto capaz de marcar la diferencia en tan delicadas materias es LOS ANDENES DE LA MEMORIA (Iquique. 2007) de Alberto Carrizo Olivares. Este texto, ya incorporado a la historia literaria regional, fue editado con título de EL HORIZONTE Y SU ESTALLIDO (Editorial Santa María. Tacna – Perú. 1970). En su nueva edición, obviamente aparece con algunas variantes, la supresión de ciertos poemas y la incorporación de otros, nuevos.
LOS ANDENES DE LA MEMORIA de Alberto Carrizo es, desde sus páginas iniciales, “un himno referido a los episodios esenciales de lo que fuera el mundo salitrero nortino”, porque si la Poesía se juzga cual fluido imponderable --casi un efluvio divino-- que desde la eternidad está allí para satisfacer arcanas apetencias de los seres en pro de lo estético, entonces la Poesía goza de omnipresencia. Ya en la “Invocación” de este texto se lee:
“Criatura de la presente hora (…)
asómbrate
con el pretérito y sus hombres
que en un desierto descubrieron los secretos
de la dignidad,”
Dichoso quien pueda percibir lo poético de la espléndida luminosidad que muda sutil mientras inunda de colores el dombo del firmamento nortino en los atardeceres:
“Grávida comba ternura móvil cielo inconstante
piedra en hilera extensa lava arruga estéril,
el ojo inventa el horizonte traza una línea;
tiene la pampa la misma fuerza de un desnudo.
La eternidad
es el único punto cardinal en el desierto.”
Pero también es poesía aquella que lleva al límite de lo inefable. Todo ser anhela algo válido para satisfacer su compleja espiritualidad. La noche en las oficinas salitreras tenía sus propios ruidos y algunos llevaban al cansado pampino a imaginar que:
“…cuando percibo el traqueteo
con las preguntas de los trenes
alcanzo, casi al borde del sueño
el último carro, el más tiznado
el más destartalado y parecido a mí
y allí
en ese traqueteo sin regresos
voy adormeciéndome
pensando en ella.”
Pero así como en esta obra se dan estos extremos, algunas de las restantes composiciones inducen a recordar a García Lorca cuando proclamaba que “La poesía es algo que anda por las calles”, es decir, una “cosa real existente”, porque “Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas.”
Algo de este “misterio” vibra aún en el trágico episodio de los mártires de la Escuela “Santa María” de Iquique. Allí, en lo terrible de aquel luctuoso suceso, hay poesía; la misma poesía que todos advertimos como patrimonio de los hombres de la pampa salitrera. Desde los ancestros hasta el 21 de diciembre de 1907 de los sucesos de la escuela “Santa María”, la historia del salitre tarapaqueño tiene un sello humano y social peculiar:
“Ahí van
los sobrevivientes del espanto (…)
son menos que antes
ahora callados,
pero erguidos acerados imbatibles (…)
pensando que es más grande ahora
su convicción de la esperanza organizada.”
En ese mundo de cachuchos, bateas, maestranzas, carretas, locomotoras, huinches y martinetes, desde siempre parecen resonar estas palabras de José Martí:
“La poesía está en las fundiciones y en las fábricas de maquinarias de vapor; está en las noches rojizas y dantescas de las modernas babilónicas fábricas: está en sus talleres.”
En el entorno creado por estas pocas coordenadas, la Historia y la Poesía transcurren a la par. Desde que ha sido posible hablar de Literatura Nortina Chilena, todos han reconocido ese entorno como la gran cantera de esta literatura. Como exigencia primordial para todo creador de esta poesía, resulta imprescindible un muy sólido conocimiento en el plano de la Historia para que los planteamientos poéticos no susciten desazones. Una vez leídos los dos “Cantos” iniciales de LOS ANDENES DE LA MEMORIA se impone una certeza: la exigencia precedente se ha cumplido aquí de la mejor manera. Esos “Cantos” son un compendio para entender a cabalidad el historial del norte salitrero a partir del paisaje, en su diversidad; de los múltiples personajes, en la sucesión temporal; del ideario de líderes obreros; de las pasiones de la condición humana; de los sucesos legados a la conciencia colectiva nortina, etc. De este modo se logra el debido y natural realce (el que por derecho le corresponde) para el episodio de la masacre de la Escuela “Santa María” de Iquique:
“tres cargas ametrallando voces; apretados dientes,
vientres secos, espaldas duras, partidas cejas,
llagas rotas disecándose en segundos;
muerte perra muerte puerca muerte para la clase obrera:
descansa la vida, la muerte trabaja aquel sábado
la muerte y el llanto apagado de mujeres y niños.”
La singularidad que aportan las percepciones de los poetas a la realidad regional contribuye al convencimiento de que la poesía nortina vale como un universo que, al paso de los años, ha definido las categorías básicas que le son propias. Esta poesía es ponderativamente un tenue hálito con atributos suficientes para enaltecer la esencia de cada elemento de la realidad nortina. Nada ni nadie puede ser marginado de sus prodigiosos efectos. La Poesía a la luz de este tipo de considerandos, resulta una vía interpretativa para la nortinidad.
Luego de la masacre se impone otra sobrecogedora realidad para los forzados que regresan cargando su impotencia:
“Ahí van
los sobrevivientes del espanto
por un sendero de carretas que lleva a Huantajaya
son menos que antes
ahora callados,
pero erguidos acerados imbatibles”
Las condiciones de vida habían cambiado una vez más. La inconciencia patronal se deja sentir hasta en ínfimos detalles. “La diáspora y la problemática reinserción social, otra vez afectaba a los hombres del salitre”. A partir de entonces, se sucederán los líderes obreros que encendían los ánimos de muchedumbres. Patrones y administradores reincidirán en ilícitas presiones. Correrá la sangre de otras masacres. Las calicheras de la pampa y los piques sabrán de nuevos palomeos. Las fichas continuaron con su esclavitud económica. Y, a fin de cuentas, los pampinos fueron obligados a marcharse luego de recibir “un sobre azul / de azul tersura y azul tinta fresca”:
“Aquí tiene el sobre. Muchas gracias
se acabó lo sentimos, muchas gracias
nunca más, se va el tren aproveche
y lleve cuanto pueda o no pueda o no quiera
llevar; llévese todo y que le vaya
hasta nunca y que se pudra en su mirada
tosca.”
Poco a poco ese cuadro se impuso a las conciencias de quienes, quizás desde lejos, sólo tuvieron de ello una vislumbre. En el Norte, ante la evidencia, es común entender que:
“Ya no hay nombres ni fichas
ni flores de hojalata tintineando
entre maderos,
los huesos trocan su quebrazón
en sales nuevas de sodio.
Los cementerios sobreviven.”
De cara a este universo y en el contexto del “Homenaje de los pampinos a los caídos en la Masacre de la Escuela Santa María de Iquique. 21 de diciembre 1907 – 21 de diciembre 2007”, esta obra en el “Canto III Regresarás al Futuro”, nos ofrece “una apasionada reconvención que acicatea la conciencia colectiva nortina.” Desde el punto de vista social, superando a la misma Poesía, se eleva casi un mandamiento de humanidad:
Nunca más
en este desierto la Ley
De la Selva y su vigencia
de sollozos. (…)
Nunca más
Desde hoy (…)
Vamos a vivir con una sonrisa
por ventana
y de puerta tendremos un abrazo.”
El corolario de cuanto se sabe, se siente, pero no se dice, es tan simple como este:
“lo que importa es comprendernos
pues el mundo es un solo tú
tú, eres el hombre.
Se deroga el odio
aunque no exista olvido;
y basta,”
Lo que se pretende y lo único válido desde el punto de la convivencia social es que alguien, en la inmensidad de las pampas salitreras, pueda decir:
“Soy el que regresa libre. (…)
Ha terminado la guerra del hombre
y su fiera
viviendo a costa de los hombres.”
El “Canto IV” y final, “Los andenes de la memoria” que ahora da título al libro es, en función de los rasgos que aquí se han comentado, “una ventana abierta hacia el futuro de las tierras del salitre chileno”, pues “ya no hay prisa sucedieron los hechos sucedidos.” Sin embargo, alguien debe detenerse para advertir que:
“Desaparecen las esclusas de tanta página escrita
las “bien pensadas” en agua dulce
como veleros castos en mudez
muere la palabra muere de molicie y paciencia
atándose a tu estómago como paracaídas yerto
y el gesto te revela su secreto
te dice que “nada nuevo hay bajo el sol”
que sólo fueron sucesos y no masacres
ni nada nuevo en el redil de los arrepentimientos.”
La modernidad de los medios de comunicación masiva, la celebrada multiculturalidad y su tecnología se apoderan de todo lo que tuvo significación en algún punto del devenir temporal. El entorno multifacético que determinó los actos de homenaje a los mártires de la Escuela “Santa María” no es una excepción, aún hay quienes, al aproximarse las fechas de esos días memorables, piensan que:
“Noviembre tiene en su “longino” dos escondidas vías
cuando serpentea el cerro del pretérito en fuga
ascendiendo al ritual de ausencia incierta
en los vagones del mito convertido en certeza:
una que triza el aire cual trocha angosta
con su carcavón reciente de fotografías en sepia
otra devenida entre relatos agrios y noticias muertas
amoratando cada nocturno cielo
con en insomnio que desmadeja los recuentos.”
Hoy existen motivos suficientes para suponer que el futuro en las tierras nortinas aún espera a ese nuevo hombre con ascendiente salitrero, libre de espíritu, consciente de pretérito y que, desde su presente vibra anhelante de un futuro venturoso. Un nuevo hombre, libre, que en su tránsito, probablemente hasta doloroso, por los andenes de la memoria, ha podido recuperar para su espíritu la verdadera esencia de la fraternidad que engrandeció a los ancestros en las tierras del oro blanco.
En la poesía que se afinca en la vastedad de esta comarca alienta un imperativo que justifica cada uno de los afanes de quienes, por más de un siglo nos han legado sus creaciones. En su actual senda de progreso la literatura nortina debe asumir la disyuntiva de “evolución o detención”. Esta última, como negación esencial es impropia del auténtico creador. La primera, por deseable, cuando ya nos adentramos en el siglo XXI, es imposible de eludir y aunque no seamos nosotros, privilegiados testigos de esa tan anhelada “otra aurora”, es momento de entender que
“…la aurora presentida de la criatura contendrá siempre aquel secreto
discurso rumoroso de la sangre tremolando otro adviento de fulgurantes
luces nuevas.
Que así sea.”
Osvaldo Maya Cortés.
Antofagasta, marzo de 2008.